El extremo norte del sur de Escandinavia

Tras un par de días en el centro de Jutlandia, dejamos atrás Århus para dirigirnos a Aalborg, la siguiente etapa de nuestra ruta. Como durante este viaje nos levantamos especialmente temprano –en Dinamarca amanece a las seis de la mañana-, nos despedimos de los excelentes desayunos del hotel The Mayor sin prisas y nos encaminamos hacia Mariager, una deliciosa pausa en el camino. 1.MariajerEstacionamos nuestro coche en Egepladsen y nos dejamos arropar por la soleada mañana: llevamos un par de días con un clima poco escandinavo, aunque a primera hora siempre refresca bastante. Desde la bonita plazoleta nos encaminamos a un par de callejuelas adoquinadas, Teglgade y Vestergade, cuyas coloridas casitas de madera son primas hermanas de las que pudimos observar en Aerøskøbing. En la estación de ferrocarril del puerto curioseamos los vagones de madera del veterantog, el tren vintage que une Mariager con Handest durante los fines de semana de julio y agosto y los martes y jueves de julio –el mes de temporada alta aquí-. Uno de los vagones me enternece especialmente porque es muy parecido al que solíamos ocupar mi abuela y yo cuando me venía a buscar en tren a Barcelona para llevarme con ella a Zaragoza.

2.fortaleza vikingaA unos 15 kilómetros de Mariager hacemos otro alto en el camino en Hobro para conocer Vikingegården Fyrkat, un conjunto de nueve casas de madera levantadas a la manera vikinga. Las que están abiertas son la vivienda y el taller del herrero, el almacén de lanas y el taller de alfarería, las demás están en construcción. Un kilómetro más adelante, después de recorrer un agradable sendero que orilla un lago, se alza Fyrkatborgen, una de las fortalezas levantadas durante el reinado de Harald I Dienteazul –sí, el de las estelas rúnicas de Jelling-.

4.cementerio vikingoYa en Aalborg los avistamientos vikingos continúan en Lindholm Høje, un imponente cementerio que se ha preservado hasta nuestros días porque permaneció enterrado bajo la arena durante siglos. Más allá del interés histórico que pueda tener el yacimiento, el relajante paraje –murmullo de hojas mientras el viento hace cosquillas a las arboledas que lo rodean- invita a la reflexión y al recogimiento. Aunque, cuando lo visitamos, un ecléctico rebaño de cabras y ovejas no mostraba ningún reparo en mordisquear el pasto anejo a los monumentos funerarios. Maravillosa indiferencia ovina.

Técnicamente Lindholm Høje se ubica en Nørresundby, la zona norte de Aalborg: la ciudad está partida en dos por el Limfjorden, el estrecho que separa la península de Jutlandia de la isla de Vendsyssel-Thy. Nuestro alojamiento, un hotel Cabinn bastante básico –Cabinn es una cadena danesa tipo Ibis Budget-, se ubica en la zona sur de Aalborg, a dos pasos de Nørregade, una bulliciosa calle peatonal que luego cambia de nombre a Bredegade y Algade. 3.Aalborg +++Desde esa arteria comercial se accede a dos callejuelas absolutamente arrebatadoras, Peder Barkes Gade y Hjelmerstald, cuyas preciosas casitas-joya serían el sueño de cualquiera. Qué suerte gozar del privilegio de habitarlas. Uno de los vecinos presenta en su puerta, orgulloso, la lista de quienes han morado en su vivienda desde el siglo XVIII. Allí al lado un buen lugar para tomar un Caffè Latte y alguna pieza de bollería local –suelen llevar mantequilla a cascoporro- es Herman’s Café & Bageri. Un poco más allá, en Boulevarden 1, se pueden saborear especialidades danesas –entre ellas el recurrente smørrebrød de salmón- en Penny Lane, un  establecimiento acogedor y coqueto. Cerca de nuestro hotel hay otra deliciosa cafetería, Behag Din Smag. Sí, en Dinamarca hay buenas opciones para alimentarse sin maltratar la economía familiar.

A 100 kilómetros de Aalborg, los estrechos de Skagerrak y Kattegat, que conectan el mar Báltico con el mar del Norte, se funden en choque de oleajes en el extremo más septentrional de Dinamarca, la punta de Grenen. 5.GrenenAunque se puede pasear hasta allí por cualquier sendero de la playa de Kattegat, lo mejor es hacerlo muy arrimados a la orilla: sobre la prieta y húmeda arena que bordea el mar, la caminata es mucho más cómoda. Cuando alcanzamos el vértice de esa esquina entre dos mares, nos topamos con un cachorro de foca varado en el costado de Skagerrak. No sabemos si está herido o simplemente asustado, ni tampoco qué hacer, si acercarlo al agua o pedir ayuda a algún lugareño. Entre tanto llega el tractor de Sandormen acarreando a turistas perezosos, de modo que le consultamos al conductor cómo podemos socorrer al animalillo. Nos mira con gesto de fastidio –seguro que no somos los primeros que le comentamos lo mismo- y nos responde de manera tajante y contundente. “No hay que intervenir, la naturaleza debe seguir su curso. Cuando la playa esté tranquila –como si eso fuera posible, el flujo de visitantes es incesante-, su madre vendrá a por él. Y si está herido, morirá. Así es la vida”.

Desandamos el camino y nos dirigimos al puerto de Skagen a almorzar. En el embarcadero, yates suecos con tripulantes alegres y distendidos, cada cual con su fiesta privada y sus risas. 6.SkagenFrente a ellos, una hilera de tabernas ofrecen productos del mar para comer en sus terrazas, que disponen de toldos y estufas para cuando el clima se pone báltico –como es el caso-. Tras una rápida prospección, nos decantamos por Havfruen Fiskehus, donde las mantas a disposición de los comensales las patrocina Carlsberg -ese merchandising escandinavo-. A pesar de las bajas temperaturas, el camarero va en manga corta, como si el día gris no fuera con él. Cuando ya hemos escogido lo que queremos, vemos que junto al mostrador hay cartas en varios idiomas, también en español. Albricias. Aunque la palabra tapas y cortado aparece de manera recurrente en bares y cafeterías, incluso en este extremo de Dinamarca.

Damos una vuelta por el centro peatonal de Skagen y luego nos acercamos a Råbjerg Mile, una duna inmensa que se mueve a su aire varios metros cada año –cosas que las ventiscas norteñas-. Una recuerda a Omar Sharif en “Lawrence de Arabia” y piensa que se va a desenvolver igual que él en el desierto, con ese porte distinguido y gentil. Pues no. Desengañémonos: trepar por una montaña de arena es lo más parecido a patear uvas en un lagar. Total, para encaramarte a una duna que está en mitad de la campiña, ni siquiera te queda el consuelo de ver el mar. 7.faroPara eso es mucho mejor acercarse a Løkken y contemplar la duna que se tragó el faro de Rubjerg Knude. Es alucinante. De lejos es un aparición marciana, como si un agujero negro que conectara con otra dimensión asomara la nariz a través de un cráter. De cerca parece el escenario de un bombardeo, hay cascotes desperdigados, retorcijones metálicos, recovecos rebosantes de arena y carpintería reventada. Resulta chocante porque no parece Dinamarca, donde todo es tan ordenado, tan pulcro, tan perfecto. Un pedacito de caos que perdurará hasta que el mar engulla duna, faro y escombros como si nunca hubieran existido.